“Los pobres de espíritu alcanzan el cielo, pero en este mundo no hacen fortuna y estorban mucho” -Pantaleón González Ospina-
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Desde el Alto del Sargento en la vía que llevaba de Manizales a Honda se veía a la distancia una gigantesca serpiente tallada entre las rocas; era el Camino de Perrillo o de Moravia, terminado en 1891 por José María Botero y financiado por Pantaleón González Ospina a cambio de un privilegio de peaje.
Pantaleón González fue una especie de rey Midas que todo lo que tocaba lo convertía en oro o lo engrandecía; como aquellos próceres romanos alternaba el arado con la espada; en tiempos de guerra era el primero en tomar las armas y en la paz el primero en domeñar la selva y llenarla de espigas.
Pantaleón González repartió su vida entre los campamentos militares, las haciendas y los socavones mineros. En 1876 cuando los hacendados manizaleños, muertos de miedo, se escondían en los montes o en lo más recóndito de las casonas para resguardarse de las tropas caucanas, Pantaleón González se presentó al general Trujillo y le dijo: “Vengo a ver cuánto valgo para pagarle el comparto y me deje seguir trabajando; tengo haciendas con ganado, ingenios de caña, salados y dinero que tengo que administrar”. Los vencedores fijaron una contribución en sal y ganado y asignaron tropas para que cuidaran las propiedades de Pantaleón González, pese a ser un conservador abiertamente enemigo de los liberales.
En 1879 vemos a Pantaleón respaldando con dinero y armas a los revolucionarios clericales y en 1885 suministra transporte y víveres a las tropas nuñistas bajo el mando de los generales Mateus y Briceño en su avance hacia Salamina. En 1895 Pantaleón González toma las armas y marcha al lado del Reyes; combate en Enciso y al frente de sus hombres empuja más alá de las fronteras del Táchira a los liberales alzados en armas y a sus aliados venezolanos. En la guerra de los Mil Dias, pese a sus 72 años tiene los arrestos para ponerse al frente de la División Marulanda y combatir a las guerrillas en el Tolima y en El Cauca, porque nadie como ese titán salamineño puede concitar voluntades y levantar el ánimo de sus copartidarios.
UN GRAN EMPRESARIO
Además del puente de La Cana Pantaleón González financió la construcción de puentes sobre los ríos Guacaica, Otún, Chinchiná y Gualí; compró el salado del Guineo y amplió su explotación mientras abría otros frentes de trabajo en el norte del Tolima en las minas de oro de Malpaso, Cajongora, La Pava, San Miguel, Aguabonita, La Cinta, Orita, El Cristo y El Tablazo. En Manizales construyó un gran trecho de la vía El Carretero donde estableció una trilladora de café movida con el vapor de una caldera.
Pantaleón González desempeñó en varias ocasiones el cargo de Prefecto y Jefe Civil y Militar de la provincia del Sur; fue artífice del acueducto de Manizales y con Antonio Pineda y Salvador de los Ríos fundó la población de El Fresno en cuyo territorio estableció vastas extensiones de caña y un gran ingenio panelero.
Al contrario de su padre Elías González Villegas, “ El Señor de la Tierra”, cuyo mérito fue fraccionar y vender el latifundio de su socio José María Aranzazu, Pantaleón creó riqueza al convertir 25.000 hectáreas de herencia en productivas haciendas de café, caña y ganado. En Manizales sembró café en “El Arenillo” y en ”Arabia”; sembró enormes cañaduzales en la hacienda “La Máquina” y a orillas del río Cauca levantó ganado en los potreros de las haciendas “Colombia”, “Alejandría”, “La fonda” y “El Charco”
Señor campechano y austero, de bigote lacio y ojos llenos de brío, Pantaleón González fue un paladín en todos los frentes: “Puede usted estar orgulloso de su vida- le manifestó el general Rafael Reyes- y contar con que la Patria le hará justicia”.
Por su obra y por su temple todos lo respetaron, hasta sus enemigos, como sucedió con el temible guerrillero liberal Manuel Ospina. Cuentan que en la guerra de los Mil Días, Ospina esperaba emboscado el paso de una patrulla gobiernista; pero en vez de los soldados conservadores vieron acercarse al general Pantaleón cabalgando en una mula rumbo a su hacienda “Colombia”. Era una presa fácil y valiosa, se trataba nada más y nada menos que un general comandante de División. Sin embargo, Ospina lo dejó cruzar sin interponerse en su camino, pues primaba el recuerdo de un patrón que apoyó y respetó a las agrestes peonadas.
Pantaleón nació en Salamina el 24 de julio de 1829 en un hogar de progenitores solteros; tan solo estudió primaria y se vio enfrentado a la vida y a las responsabilidades cuando a la edad de 21 años vio tronchada la vida de su padre Elías en una trocha que llevaba al Guacaica. Fue un hombre pragmático de memoria prodigiosa: dicen que no necesitaba apuntes porque todos sus negocios quedaban registrados indeleblemente en su cabeza.
Pantaleón González murió el 27de marzo de 1901 en Manizales donde un gran cortejo siguió su cadáver hasta el cementerio. Sobre el ataúd, cubierto por la bandera nacional, iban su quepis militar y el sable que lo acompañó en sus campañas militares; las lágrimas bañaron el rostro de centenares de ciudadanos de todas las condiciones que levantaron sus familias a las sombra protectora del gran patriarca; al pasar frente a la Trilladora del Carretero, el pito de la caldera empezó a sonar con silbidos que parecían alaridos de dolor
El gobierno nacional decretó tres días de retretas fúnebres en la capital de la República; Ibagué, El Fresno y Panamá se unieron al duelo que embargó a los antioqueños al perder uno de sus hijos más preclaros, no por las letras ni los honores, sino porque encarnó como nadie, el espíritu noble y emprendedor de los paisas.
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