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jueves, 10 de noviembre de 2022

La fuerza de la beata Berenice. Por Pedro Felipe Hoyos Körbel




Me comentaba Fernando Macías Vásquez, el hombre que más sabe sobre historia de Salamina a pesar que la Secretaría de Cultura de Caldas y la Academia Caldense de Historia esto lo ignoren, apartes de la vida de la madre Berenice, su parienta que él conoció de niño en su casa paterna. Macias es la continuidad de la famosa intelectualidad de la Ciudad Luz porque él escribe con el salero de Juan Bautista López; tiene los más variados intereses como Joaquín Ospina y sabe argumentar con el rigor de Emilio Robledo; definitivamente no desentona la obra de Macias en ese concierto original y prolífico.

De su relato me llamó la atención aquel episodio donde esta magnífica y santa mujer empieza a reunir una congregación diferente para mujeres porque las tradicionales excluían a las muchachas pobres o las que fuesen hijas naturales. El arzobispo de Medellín no estuvo de acuerdo con ese proceder y le exigió a la madre Berenice que la disolviera que ya contaba con 69 niñas. Ella, sin chistar, obedeció. Cualquiera de nosotros hubiera protestado, demandado al arzobispo, acudido a la prensa, insultado al jerarca o montado una religión por de aparte, pero esta mujer simplemente obedeció y no como persona pusilánime, sino como una persona dotada por un don descomunal. Ella, diferente a nosotros, seres embebidos en un yo excesivamente grande, no sintió ofensa en la disposición de su superior y procedió, así como se le exigía. Una persona santa no es la que hace milagros, los milagros son el producto de su santidad y la santidad es una forma muy elevada de comprender a la vida. 

Para nosotros ciudadanos recargados con derechos que solo apuntan a satisfacer nuestro yo es muy difícil entender que alguien vea más allá. Nos causa admiración la persona que logra domar un tris su ego y vea al prójimo, o sea ve la comunidad y celebramos su actitud cívica; añoramos que de ese tipo de personas hubiese más para conformar una sociedad robusta y equitativa. Admiramos a la familia como núcleo ideal de convivencia donde los padres se sacrifican por sus hijos, trabajando para darles comida, cobijo, ropa y salud, no exigiendo nada a cambio, cumpliendo un designio atávico de proteger su cría. Nuestras leyes están ideadas alrededor del afán de defender al individuo y ahora la madre Berenice nos muestra que más allá de un yo, no solo hay una comunidad, sino hay un Dios por el cual es bueno desprenderse de esas dos escalas de ver la vida. Así es que entiendo la santidad de esa, la mas importante hija de Salamina, cuna de gente valiosísima. Ella recorrió la fase del yo, absolvió la etapa de lo colectivo y entendió que hay un estado aún más elevado de conciencia. ¡Qué magnifica contradicción con nuestra época donde todo gira alrededor del amor propio! Casi diría que vivimos la tiranía del ego. Claro que una persona con esa calidad de superación, la matria le obedece y hace milagros. Pero esos milagros son el síntoma, no la causa y cada uno de ellos nos recuerda que se debe domar al yo y pensar en otro tipo de categorías y que el ser humano está dotado de muchas más capacidades. La esencia de la santidad no es renunciar al mundo, es superarlo y el camino para lograrlo es volverse pequeño o sea reducir el yo y dejar que ese espacio lo llene Dios.

La madre Berenice se enfermó de cáncer y se le mandó a Europa en búsqueda de un tratamiento y viendo que solo empeoraba su dolencia, desahuciada se le devolvió a Colombia. El día que llegó a Medellín se encontró, sin previo acuerdo, con 10 de sus antiguas encomendadas y de esa manera retomó la labor de crear una comunidad.

Se podría decir que la vida de esta santa mujer es subversiva porque demuestra que la idea que tenemos de Estado, tan neoliberal, no la comparte, mostrando que la vida es más rica y rebasa los parámetros materiales.
Pedro Felipe Hoyos Körbel









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